Cambio climático, una mirada desde el sector de la industria de la defensa
Por Felipe Yany Núñez. Jefe Departamento de Medio Ambiente, FAMAE.
Resumen
El cambio climático es una evidente realidad que está generando con– secuencias tangibles de gran magnitud, por lo que las organizaciones del mundo han reaccionado y se encuentran tomando decisiones que contrarresten este problema. Se han planteado numerosas so– luciones y se revisan en este trabajo algunas, desde el ámbito de la restauración (reforestación y uso del suelo), la energía, la legalidad y el ámbito industrial. El sector defensa, por su parte, aporta desde su quehacer, en las consecuencias evidentes del nuevo escenario, así como también en la disminución de generación de gases de efecto invernadero (GEI), lo que plantea nuevos desafíos a este sector.
Abstract
Climate change is an obvious reality that is generating tangible consequences of great magnitude, which is why the organizations of the world have reacted and are making decisions that councertan this problem. Many solutions have been proposed and some are reviewed in this work from restoration (reforestation and land use), energy, legal and industrial. The defense sector contributes from its function, in the obvious consequences of the new scenario, as well as in the generation of GHG, wich proposes new challenges to this sector.
Introducción
Las evidentes consecuencias de un problema global, el cambio climático, se hacen sentir en niveles mundiales, continentales y a nivel país.
Esto genera un nuevo escenario en que las organizaciones deben desenvolverse, no solamente para desempeñar su papel, la visión y misión por la cual existen, si no también para aportar en la solución de este problema. Es por esto que la tendencia, sobre todo en el mundo productivo, es hacia la sustentabilidad; desde leves intentos, como manifestar políticas ambientales o de emisión de carbono, a organizaciones, o países incluso, que han replanteado su accionar y lo han modificado por completo, como Bután, un pequeño reinado asiático, cuya emisión de GEI es negativa (absorbe emisiones), o compañías como Tesla Inc.,2 cuya producción de vehículos es por completo de tipo eléctricos, sin emisiones de este tipo de gases.
En este sentido, la preocupación y el accionar mundial para frenar o revertir este problema, ha venido en aumento, aunque no con la rapidez que se requiere. Incluso, actores importantes en el escenario global han desconocido esta realidad y han retirado su aporte comprometido, como el caso de Estados Unidos de América (U.S.A.) en 2017, que anunció su retiro del acuerdo de París, firmado y aprobado en el marco de la COP 21, en 2015.
En suma, las organizaciones de la defensa también se han visto involucradas en este nuevo escenario, que plantea condiciones inéditas y desafíos a las Fuerzas Armadas de todo el mundo. En este sentido, este trabajo reflexiona sobre dicha rea- lidad en la defensa nacional, revisando antes el problema, su origen y algunas de las soluciones planteadas.
El problema principal
La acumulación de GEI en la atmósfera, ha generado una intensificación del efecto invernadero, el que naturalmente existe y permite la estabilidad de las condiciones térmicas que facilitan la vida sobre el planeta. Esta intensificación del fenómeno genera una acumulación excesiva de energía calórica que se traduce en el aumento de la temperatura media de la atmósfera, lo que se conoce como calentamiento global (Figura 1), el que a su vez, incide en fenómenos climáticos en diversa escala, lo que se conoce como cambio climático.
Si bien la concentración de CO2 en el aire pare- ce relativamente baja, alcanzando en 2017 un promedio de 405,0 ± 0,1 ppm (parte por millón), las magnitudes son enormes; según los cuatro escenarios de trayectorias de concentración (RCP) planteados por el IPCC (2013), los montos proyectados de CO2 acumulados varían en promedio desde 990 GtC a 6.180 GtC (1 Gigatonelada CO2 = 1015 gr CO2). Siendo el 70% de este liberado por carbón proveniente de fuentes fósiles, es decir, combustibles como el carbón o el petróleo.3 En sí mismos, estos montos y concentraciones (crecientes) explican de manera sufi e el calentamiento que se observa a nivel global, descartándose que este responda a un ciclo natural de origen geológico.
La revolución industrial utilizó el carbón como fuente de energía para generar vapor y movimiento. A contar de este evento histórico, algunos de los gases resultantes de la quema de combustible han venido acumulándose en la atmósfera del planeta,4 es decir, su tasa de emisión ha sido mayor que la tasa de absorción de los sistemas con que la tierra cuenta para estos efectos; el principal de estos es la fotosíntesis, presente en la superfi de los océanos y en los bosques y selvas, en general en cualquier cubierta vegetal sobre la geografía.
En términos energéticos, la energía almacenada químicamente en algún combustible, se transfiere a través del proceso de combustión a energía calórica, la que es aprovechada para procesos industriales. Por otra parte, en términos de masa ocurre una transformación del combustible (carbón, gas metano, petróleo, gas de petróleo) en presencia de un comburente (O2), para generar finalmente agua (H2O) en forma de vapor y dióxido de carbono (CO2), el principal gas acumulado en la atmósfera.
Adicionalmente, en la práctica, los procesos reales difieren de los teóricos, esto es, los com- bustibles cuentan con otros tipos de moléculas o elementos que son liberados en la combustión, y la totalidad del combustible no es consumido, generando un proceso imperfecto o incompleto, lo que adiciona gases como dióxido de azufre (SO2), monóxido de carbono (CO), óxido nitroso (N2O) y metano (CH4) en la cubierta gaseosa de la tierra.
Figura 1. Alza de temperatura en suelo y océano a través el tiempo (1880-2020). Fuente: NASA: National Aeronautics and Space Administration (Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio, USA), 2019.
Reacciones y organización frente al cambio climático
Este aumento de la temperatura atmosférica, según el IPCC (2013) bordea 0,85 °C desde la época preindustrial, ha convocado la preocupación mundial a contar del año 1972, en que se celebró la“Conferencia de Naciones Unidas para el medioambiente humano”, conocida también como la conferencia de Estocolmo, en que por primera vez este organismo internacional, trató temas medioambientales y la necesidad de mejorar y preservar el medio humano.
Tras esta, surgió ese mismo año el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, (PNUMA), como organismo que coordina las actividades ambientales de Naciones Unidas y que tiene como misión, dirigir y alentar la participación en el cuidado del medioambiente inspirando, informando y dando a las naciones y a los pueblos los medios para mejorar la calidad de vida sin poner en riesgo las de las futuras generaciones.
Luego, en 1988, se funda el IPCC, grupo intergubernamental de expertos sobre el cambio climático (Intergovernamental Panel on Climate Change), quienes proveen de una opinión ex- perta, científica, sobre el cambio climático y sus consecuencias.
Finalmente, surge en 1992, la Convención Marco de Naciones Unidas para el Cambio Climático (CMNUCC), para enfrentar la problemática que se vislumbraba respecto del cambio del clima a escala mundial producto de la acumulación de los gases de efecto invernadero. Su órgano decisivo lo conforma la Conferencia de las Partes (CP en inglés, COP en español), y se reúne todos los años a contar de 1995, para establecer metas de emisiones de GEI, su cumplimiento y control respecto de los países participantes, y la que se reunirá en Madrid en diciembre 2019; de esta se ha desprendido el Protocolo de Kyoto (1997) y el acuerdo de París (2015), los resultados más emblemáticos de esta organización.
Consecuencias del cambio climático en niveles global, regional y nacional Nivel Global
A nivel global, el aumento de la temperatura media de la atmósfera genera cambios profundos y permanentes en el clima de todo el planeta, lo que se manifiesta en consecuencias cada vez más notorias en el mundo entero.
El sitio web de la NASA Global Climate Change,6 muestra reportes de la tendencia del incremento de temperatura en océanos y suelo, adelgaza- miento de la cubierta de hielo en Groenlandia, niveles mínimos de hielo ártico, pérdida de hielo antártico, la velocidad de glaciares y acumulación de CO2, entre otros.
El quinto reporte del IPCC (2013) indica que los efectos del cambio en el clima serán perceptibles en este siglo y en los futuros, incluso si cesaran las emisiones en el momento actual, es decir, existe una inercia en estos fenómenos de la que cuesta desprenderse; en consecuencia, la temperatura media de la tierra seguirá incrementándose. Asi- mismo, se evidencia un cambio en los patrones de precipitación (pluvial y nival), mayores, y más agudas, sequías y olas de calor. Existe evidencia del aumento de nivel medio del mar y que los hielos polares (sobre todo el ártico) pierden superficie y masa a tasas que impiden que este se recupere.
Nivel Regional
En una escala regional, Paterson (2017), señala que en Sudamérica los efectos del cambio del clima se evidencian en la desaparición de gla- ciares y escasez de agua potable; Perú, Bolivia, Ecuador y Chile dependen en gran medida de estas masas de hielo para su abastecimiento de agua, siendo reguladores de ríos y abastecedores de sus cuerpos de agua. Como consecuencia, la falta de este recurso para la agricultura se transforma progresivamente en un problema creciente, con el natural efecto en el abastecimiento de alimentos, sobre todo en algunas poblaciones andinas.
Este mismo autor indica que, prolongadas y agudas sequías se hacen sentir, y en algunas ciudades ya se registran episodios de racionamiento, como en San Pablo, Brasil (2014 y 2015), La Paz, Bolivia (2016). De igual manera, el acuífero Guaraní, reserva subterránea de agua que abastece sectores de Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay, muestra una presión de su explotación en aumento y ha obligado a tomar medidas de administración a estos cuatro países.
También se refiere a una de las consecuencias directas de la sequía, los incendios forestales, presentes en las temporadas de calor de Bolivia, Perú y Chile. En este último, en 2017, se quemaron 238.000 há de bosques, declarándose en la zona afectada “estado de catástrofe”, se registraron 11 personas fallecidas, 4.000 evacuados y 1.600 viviendas destruidas por el fuego.8 Agregado a esto, pueden observarse en numerosos medios de prensa y sitios web especializados, los recientes incendios en la Amazonía (agosto y septiembre 2019) que arrasaron con miles de hectáreas de selva en Brasil, Bolivia y Paraguay, dejando saldos ambientalmente negativos que aún no han sido cuantificados.
Recurrentes olas de calor también se han registrado en diversas localidades de países sudamericanos, con las temperaturas más altas de los promedios históricos para cada lugar. Lo que se está transformando en un fenómeno común, con consecuencias directas en la salud de la población, registrándose muertes de personas de sectores más vulnerables (ancianos y niños).
El alza en el nivel de los océanos y las inundaciones costeras, son una consecuencia incipiente, con algunas evidencias que afectan a las ciudades con acceso al mar. Se estima que el 40% de la población mundial sería afectada con un alza importante en el nivel medio del mar y América del Sur no está exenta de esto, dado que muchos sectores costeros cuentan con viviendas y formas de vida precarias.
Paterson (2017) señala además que el alza en la temperatura de la Tierra repercute también en el océano, el que absorbe mayor cantidad de energía calórica, evaporando más agua a la atmósfera, generando que la precipitación sea más intensa cuando se produce. Inundaciones en Perú (2017) y Chile (2016) son claros ejemplos, donde se observaron inundaciones, desborde de ríos, e inhabilitación de sectores de ciudades afectadas. En el altiplano chileno, en 2015, se registraron lluvias de 60 mm en pocas horas, en un sector considerado de los más áridos del mundo (donde la precipitación anual alcanza 10 mm), lo que produjo desbordes de cursos de agua, inundaciones y consecuencias fatales.
Estos cambios de las condiciones de humedad y temperatura, en algunos sectores propician la proliferación de enfermedades, o vectores que las trasmiten. Epidemias como el virus zika, el dengue, que han cobrado numerosas víctimas fatales, y siendo recurrentes ya en América del Sur.
En Centro América, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, CEPAL (2015), señala que se trata de las regiones más expuestas a fenómenos climáticos y sus sociedades y ecosistemas son particularmente vulnerables a los efectos adversos del cambio climático, con diversas características de vulnerabilidad identificadas en la Convención-Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, en tanto que el (IPCC) reportó un amplio rango de efectos climáticos en la región centroamericana, incluyendo temperatura y nivel del mar, eventos de blanqueamiento de corales, eventos extremos, atraso en el inicio de las lluvias, y mayor irregularidad e intensidad en el régimen de precipitación. Igualmente, se consideraron escenarios de condiciones hidrológicas, aumento de temperatura, producción de alimentos y seguridad alimentaria, hidroelectricidad y salud. Se había reportado un nivel de confianza media que influencias antropogénicas habían contribuido a la intensificación de precipitación extrema a escala global y sequías en algunas regiones, incluyendo a Centroamérica, debido a reducciones en la lluvia y/o aumentos en la evapotranspiración.
El IPCC agrega también que “el cambio climático magnifica las vulnerabilidades socioeconómicas existentes de la región e incidirá cada vez más en su evolución económica, dado que los factores dependientes del clima son decisivos para las actividades productivas, como la agricultura y la generación hidroeléctrica, y para sus habitantes y ecosistemas. Al mismo tiempo, se estima que Centroamérica únicamente produce una mínima parte de las emisiones de GEI globales; menos de 0,3% de las emisiones sin cambio de uso de tierra y menos de 0,8% de las emisiones brutas totales”, lo que muestra que las consecuencias de este fenómeno se distribuyen siguiendo patrones diferentes a los de generación (considerando a EE.UU., Europa y parte de Asia como los mayores emisores).
Nivel Nacional
Por su parte, en nuestro país, los efectos del cambio climático se dejan sentir con severi- dad; Chile cuenta con un territorio altamente vulnerable a sus efectos, cumpliéndose con la mayoría de los nueve criterios de vulnerabilidad enunciados por la CMNUCC, esto es, contar con áreas costeras de baja altura, zonas áridas y semiáridas, zonas de bosques, territorio susceptible a desastres naturales, áreas propensas a sequía y desertififición, zonas urbanas con problemas de contaminación atmosférica y ecosistemas montañosos, según evidencian el Plan de acción nacional del cambio climático 2017-2022 (2017) y el Plan nacional de adaptación al cambio climático (2014).
Ambos planes resumen los principales efectos como:
– Aumento de la temperatura sobre todo en la zona norte y el valle central.
– Disminución significativa de las precipitaciones, estimándose entre un 5% y 15% menos entre los ríos Copiapó y Aysén para el 2030.
– eventos climáticos extremos, como sequías agudas y prolongadas o precipitaciones in- tensas con altas temperaturas base, así como olas de calor.
– efectos en la biodiversidad, tanto pisos vegetacionales como en hotspot de biodiversidad y en especies clasificadas en categorías de conservación.
– consecuencias en recursos hídricos, proyección de una disminución importante de caudales de ríos entre las regiones de Coquimbo y Los Lagos, con una elevación de la isoterma 0, lo que implica una menor acumulación nivo pluvial en las cabeceras de las cuencas de este tipo.
– aumento de enfermedades trasmitidas por vectores como en el sur del país el hantavirus y rabia y aparición de nuevas infecciones como el dengue (en la zona norte).
– impacto en la producción y disponibilidad de alimentos, provocando mayor incidencia de desnutrición y muertes prematuras, debido a la menor disponibilidad de recursos hídricos.
Un análisis compilado de las observaciones y modelaciones climáticas para Chile, concluye de manera general una disminución de las precipitaciones y un aumento de la temperatura para los próximos 30 años.
Por otra parte, la infraestructura es un sector vulnerable toda vez que se ve afectada por recurrentes episodios climáticos extremos, como aluviones, inundaciones, sequías, marejadas, etc. La disminución de caudales impactará en la generación de energía en centrales hidráulicas en rangos de 10% al 22% (dependiendo del escenario de la simulación utilizado en el análisis). El sector silvoagropecuario será desplazado hacia el sur, previéndose también una disminución de la calidad de los productos que se generen. En cuanto al sector pesquero, se prevén efectos en la captura de algunas especies, e impactos negativos en centros de cultivo. El sector turístico será influenciado por los efectos inmediatos de las condiciones ambientales, como la menor ocurrencia de nieve, aumento de plagas molestas en la zona norte, disminución de caudales, los que serán gravitantes en el interés que despierten dichas zonas para potenciales visitas. Finalmente, el emplazamiento de las ciudades será afectado, con cada vez mayor presión de demandas en el suministro de agua potable, los sistemas proveedores de energía, transporte y sobre los servicios de salud, se vaticina también una condición de baja ventilación para los valles centrales de Chile en la época invernal, con los consecuentes episodios intensos de contaminación atmosférica.
Algunas de las soluciones planteadas
En términos muy sencillos, si el problema es la acumulación de CO2, y GEI en la atmósfera, las soluciones deben obligadamente considerar reducir estos gases de la atmósfera, lo que implica disminuir drásticamente su producción, eliminar sus fuentes o variar la tecnología que los produce, o bien, considerar también retirarlos de la atmósfera con nueva tecnología o propiciando procesos naturales que participan en estos fenómenos.
La remoción de este carbono, o de los GEI, no es una labor simple. Si bien no existe una compilación sistematizada de métodos que cumplan esta función, la revisión de literatura arroja un sinfín de posibilidades y propuestas, por lo que se intenta una compilación con las alternativas más recurrentes, que se detallan a continuación.
Forestación y uso del suelo
Una de las alternativas más contundentes en cuanto a sus resultados, corresponde a la reforestación, un bosque en activo creci- miento captura carbono, sobre todo en su etapa inicial. Como resultado de la COP 21, en París el 2015, Chile se comprometió a reforestar con bosque nativo 100.000 ha y al manejo sustentable de otras 100.000 ha de bosque nativo al 2030 a fi de reducir las emisiones de GEI.12 Algunas iniciativas se han implementado ya, como la que muestra el Ejército de Chile, que a contar de septiembre 2019, se plantarán en todas las unidades militares del país, un total de 4.500 árboles (en su mayoría nativos), en un plan que pretende lograr establecer 100.000 ejemplares al 2022.
Asociado a esta idea se encuentra el uso del suelo. Según Burbado, 2018,14 el cambio de uso del suelo (para destinarlo a agricultura, edificación, industria, etc.), ha significado millones de ha de pérdida de superficie fotosintéticamente activa (capaz de capturar carbono de la atmósfera), adicionalmente, un suelo descubierto es incapaz de retener el carbono orgánico y se transforma en un liberador de este gas. Por su parte, la FAO (Food and Agriculture Organization; Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y Agri- cultura), en su estrategia para el cambio climático, 2017, promueve programas de agricultura con afán de recuperar suelos y proceder con una agricultura sustentable, con lo que cumple uno de sus objetivos fi , que es promover los sumideros de carbono orgánico en suelo (y que adicionalmente evita emisiones N2O).
Recambio energético
El sector energético es un gran responsable del proceso de calentamiento global y su efecto en el clima. Históricamente la generación eléctrica se ha basado en el uso de combustibles fósiles como carbón y petróleo, y en este sentido Chile se ha propuesto como meta la descarbonización de su matriz energética al 2050, esto es, retirar de la operación de generación de energía eléctrica toda central que opere con este tipo de combustible como materia prima.
Proyectos de energías renovables no convencionales (ERNC) son recurrentes en Chile (Figura 2), siendo este un país pionero en este tipo de generación, donde la producción fotovoltaica (1.802 MW), eólica (1.305 MW), hidroeléctrica de pasada (3.250 MW), incluso la pequeña hidroeléctrica ha experimentado un alza considerable en los últimos años.
También aportan, la optimización y/o disminución del consumo energético; como se evidencia en el Reporte de Sostenibilidad del Ejército 2017, en el que dicha institución exhibe las cifras del consumo de diversos combustibles para ese año y las medidas para su reducción y optimización.
El sector transporte es un importante consumidor de combustibles fósiles, lo que tiene su impacto en el cambio climático global (IPCC, 2013), prác- ticamente la totalidad de vehículos terrestres, marítimos y aéreos se movilizan a partir de este tipo de combustibles. La electromovilidad, vehículos movilizados por energía eléctrica (almacenada en baterías o producida in situ), se presenta como una solución y es aún incipiente en este sector económico.
Las mayores contribuciones pueden apreciarse en vehículos de uso personal o familiar impulsados por un pack de baterías que se recarga regularmente y ha tenido un desarrollo importante en la empresa automotriz. En sectores como el transporte marítimo o aéreo, se evidencian algunos casos experimentales, con resultados variables, como el “impuse solar”, aeronave alimentada por energía solar fotovoltaica que dio la vuelta al mundo entre marzo de 2015 y julio de 2016.
Si bien en Chile no se producen tecnologías asociadas a electromovilidad, se puede observar interés en el sector público y privado por esta alternativa, así, a contar de 2019 se han introducido al sistema RED (red metropolitana de movilidad) centenares de buses eléctricos. Por su parte, el Ministerio de Energía cuenta en su página web con un catálogo de vehículos eléctricos en el país e información en línea de puntos de carga eléctrica.
El desarrollo de baterías eléctricas y de almacena- miento de calor también son escollos que sortear para el desarrollo de esta industria. La explotación y el desarrollo de la industria minera del litio han permitido baterías más efi es en cuanto a peso y a capacidad de almacenamiento. Por otra parte, la “sal fundida” ha permitido conservar grandes cantidades de energía calórica que puede ser utilizada en períodos diferidos de la captación de energía solar, en plantas termosolares.
-Propuestas legales y económicas
Las emisiones de carbono pueden transarse; existe un mercado del carbono, definido en el protocolo de Kyoto en 1997,21 en este, un proyecto que retira o deja de emitir emisio- nes carbónicas puede ser certifi , para posteriormente ofrecerle dichos certificados, los que tienen un valor en el mercado, y son requeridos por proyectos o países que emiten GEI. Con esto se promueve el financiamiento de proyectos que retiran carbono atmosférico, a la vez que se mantienen las emisiones en los términos comprometidos por cada país.
Una propuesta, que cambia el modelo actual de una economía lineal, corresponde a la economía circular, la que, según Prieto-Sandoval22 pretende “generar prosperidad económica, proteger el medio ambiente y prevenir la contaminación, facilitando así el desarrollo sostenible”, la idea principal es cerrar los flujos de energía y materiales (las egresos u outputs de algún sistema, son los ingresos o imputs de otro, cerrando el circuito o minimizando la pérdida o el descarte) de manera que, este modelo económico sea congruente con el concepto de sostenibilidad.
Las iniciativas legales también se presentan como posibilidades en esta lucha por mantener las emisiones por debajo de 2 ºC desde los niveles preindustriales; el acuerdo de París (COP 21), generó compromisos vinculantes de emisiones de GEI para los países participantes, los que se comprometieron a mantener o reducir emisiones con el fin de no sobrepasar dicho límite.
En un análisis de derecho comparado, Moraga (2016), identificó 12 países con legislaciones respecto del cambio climático, con motivaciones variadas, como la ambigüedad de contar con instrumentos vinculantes y descartar los que no lo son, reducir la vulnerabilidad frente a los impactos de este fenómeno, reducir las emisiones de GEI, desarrollo de una economía baja en carbono, desarrollo sustentable, replantearse el sistema de desarrollo e interés por evitar los mayores costos que implicaría tomar medidas a futuro.
En nuestro país un Proyecto de Ley Marco de Cambio Climático está en proceso de desarrollo, habiéndose cumplido la etapa de consulta ciudadana.23 Los elementos principales de esta son; una meta de mitigación para el país, una institucionalidad del cambio climático, aportar instrumentos de gestión (largo, mediano y corto plazo), la incorporación del cambio climático en otras políticas, financiamiento e instrumentos económicos y sistemas de información.
Llama la atención la meta de esta ley, al plantear ser un país carbono neutral en 2050, poniéndose a la par con las metas de Reino Unido, Francia, Holanda, Nueva Zelanda y España, considerando que el aporte de Chile a los GEI se estima en 0,25%.
Anteriormente, y relacionada con la economía circular, en 2016, surge la ley de responsabilidad extendida al productor (ley REP),24 como un primer esbozo a hacerse cargo de los productos una vez terminada su vida útil. La idea general planteada es que el productor o importador de seis productos prioritario (aceites lubricantes, aparatos eléctricos y electrónicos, baterías, pilas, envases y embalajes y neumáticos), se hagan cargo de estos (progresivamente) una vez finalizada la vida útil del producto, mediante su valorización, reciclaje o adecuada disposición final.
Alternativas desde la industria
Desde la industria, las operaciones de fuentes contaminantes están cada vez más restringida por la definición de políticas propias de sus- tentabilidad, y por la aplicación de criterios normativos más restrictivos. Un ejemplo de esto es el Plan de Prevención y Descontaminación Atmosférico de la Región Metropolitana (PPDA),25 que busca la disminución de las emisiones de material particulado en esta región, lo que trae adicionalmente consigo la disminución de fuentes emisoras de GEI, o bien, la menor producción de estos gases.
Industrialmente también existen alternativas de retiro de carbono de la atmósfera. Se han desarrollado instalaciones capaces de absorber gas carbónico, así como también tecnologías capaces de capturarlo e inyectarlo a niveles geológicos u oceánicos (IPCC, 2005), entre otras alternativas.
Una mirada del sector defensa e industria de la defensa nacional
El sector defensa está vinculado con el calentamiento global y el cambio climático, sobre todo respecto de sus consecuencias.26 Según Martinez (2018),27 “el Ministerio de Defensa Nacional está trabajando en una política sectorial para el cambio climático además de la integración de esta materia en la actualización del Libro de la Defensa Nacional, el objetivo es dar cuenta del impacto de dicho sector respecto del cambio climático a nivel nacional e internacional, para incluir esta variable como factor estratégico en procesos de planificación”.
Por su parte, Del Castillo (2019), cita la política de Defensa Nacional de Chile, aprobada y difundida en 2017, la que considera el cambio climático como uno de los nuevos desafíos globales para la seguridad y defensa. Soto y Del Castillo (2019) señalan en otro análisis, que el cambio climático es reconocido como un riesgo signifi o para la seguridad y la defensa, debido a la contribución en la incidencia e intensidad de los desastres socio- naturales, el aporte en los flujos de desplazados, migrantes y refugiados, su efecto acelerante en el desarrollo de conflictos por el acceso a recursos básicos, como alimentos y agua.
Adicionalmente, Zambrano (2016)28 indica que los efectos del gasto en defensa (como fracción del PIB), en las emisiones de carbono, son mayores en los países miembros de la OECD. Del Castillo (2019), detalla cómo las Fuerzas Armadas se relacionan con el cambio climático, las describe como“organizaciones, que, por las características de su equipamiento y el uso frecuente de combustibles fósiles, debieran transitar hacia una disminución de GEI, siendo en consecuencia, un desafío para los gobiernos que, tanto en la mantención como en la renovación de sus propios sistemas de defensa, se tienda al uso intenso de energías limpias o simplemente a la mitigación”.
En síntesis, el sector defensa cumple un papel que pareciera paradójico, toda vez que es el llamado a participación activa en las consecuencias del cambio climático y protección de recursos naturales, mientras que su infraestructura y equipamiento es un reconocido emisor de GEI.
En una somera revisión en las páginas web institucionales, puede verifi que la Armada de Chile manifiesta claramente su política ambiental en su página principal, por su parte el Ejército y la Fuerza Aérea de Chile, no la exhiben directamente, sin embargo, en algunos documentos disponibles (boletines, programas de cursos, etc.), es mencionada recurrentemente mencionada. Zambrano (2016) muestra la institucionalidad de medioambiente de cada institución y las iniciativas o labores que cada una de estas desarrolla. También es posible encontrar numerosas notas de prensa con actividades asociadas al cuidado del medioambiente desarrolladas por estas instituciones.
En el caso de la industria de la defensa, puede observarse iniciativas más robustas desde lo conceptual a lo práctico.
Astilleros ASMAR exhibe su política de medioambiente en su página web, en tanto que la Empresa Nacional de Aeronáutica, ENAER, muestra en su memoria anual 2017, su relación con el medioam- biente, señalando “ENAER tiene como unos de sus objetivos principales, cumplir eficazmente con lo dispuesto en el marco normativo, procurando que sus aspectos ambientales generados por procesos, actividades y tareas, no adquieran el potencial de provocar impactos significativos con externalidad negativa. Para tal efecto, elabora, implementa, mantiene ycontrola procedimientos internos, declara sistemas de autocontrol y se encuentra permanentemente bajo una fiscalización y supervisión de los organismos de Estado. Nuestros procesos conciben aspectos ambientales relacionados con la genera- ción, manipulación y almacenamiento de residuos peligrosos, manejo y almacenamiento de sustancias peligrosas, emisión de M.P y CO de nuestras fuentes fi a la atmósfera, tratamiento y descarga de residuos industriales líquidos (riles) al alcantarillado público, manejo de residuos industriales sólidos (rises), entre otros de menor potencial de impacto y cada uno de ellos se encuentra debidamente normalizado ante la autoridad sanitaria”.
Las Fábricas y Maestranzas del Ejército (FAMAE), en su política de prevención de riesgos y medioambiente señala que “la dirección se compromete a evaluar y tener en cuenta todos los procesos, proyectos y servicios, los efectos sobre el medio ambiente con el fin de proteger de manera eficaz a su personal, instalaciones y entorno, minimizando la contaminación y sus posibles consecuencias.
La organización asume el cumplimiento de los requisitos legales, normativos, disposiciones y otros que la empresa suscriba en materia de prevención de riesgos y medio ambiente.
Lo anterior dirigido a una mejora continua de sus procesos en ambos aspectos, con el fin de lograr un desarrollo sustentable beneficioso, tanto para la empresa como para su entorno y sociedad en general”.
Conceptualmente, estas industrias tienen interiorizada la noción de protección al medioambiente, obligándose no solamente a cumplir con la normativa vigente, si no que apuntar sus actividades al logro un desarrollos sustentable.
En lo práctico, se observan numerosos esfuerzos del compromiso ambiental más allá del mínimo exigido. FAMAE cuenta con un plan de reforestación que ha implementado desde 2012 a la fecha. En sus instalaciones de Talagante, recibe de CONAF ejemplares de árboles nativos y ornamentales foráneos para dicho programa. A la vez, ha hecho suya las directrices del Ejército, implementando como planes de reducción de consumo eléctrico, y ha presentado postulaciones a programas como “techos solares públicos”del Ministerio de Energía. ASMAR, expone en su memoria 2018, las iniciativas ambientales más allá del cumplimiento de la legislación exigida, evidenciando asociaciones y contratos con empresas para gestionar residuos reciclables, el uso de matrices de evaluación ambiental, planes de contingencia, y reciclaje de chatarra.
Desafíos que asumir en el sector defensa
Revisados los antecedentes, da la impresión que las Fuerzas Armadas han comprendido y hecho suyo, el problema medioambiental de manera global, y han adoptado las primeras medidas para hacerse cargo de sus impactos. No obstante, se hace necesario que las medidas de las instituciones de la Defensa Nacional, y de la industria militar, vayan un paso más allá y se tomen medidas más complejas, sobre todo en lo que respecta a emisiones de GEI y cambio climático.
Como por ejemplo, siguiendo con la idea de la meta país de carbono neutralidad al 2050, las Fuerzas Armadas podrían asumir la misma meta (o parte de esta), teniendo en consideración al- gunas posibilidades como la de absorber GEI con proyectos de reforestación (considerando las áreas de las que disponen), como el caso del Ejército de Chile (plantar 100.000 ejemplares arbóreos a 2022), o mediante la compra de emisiones, o bien, tornar hacia la electromovilidad en sus vehículos livianos o la independencia energéticas de sus unidades mediante ERNC.
En igual caso, el desarrollo de la industria militar, debería a tender hacia tecnologías más limpias en sus instalaciones y desarrollo de tecnologías (o adaptaciones) para aplicar en el armamento que producen o mantienen, como es la conversión del sistemas de armas (blindados, embarcaciones, etc.) a combustibles alternativos.
Conclusión
El cambio climático es una realidad tangible a nivel global que ha avanzado con gran rapidez y está generando escenarios nuevos para todo tipo de organizaciones, lo que incluye las Fuerzas Armadas e industria de la defensa del mundo entero.
Esto condiciona a estas organizaciones por una parte, a tomar decisiones permanentes que respondan a esta nueva realidad, generando un aporte desde su función propia, ante las evidentes consecuencias del cambio climático. Y por otra parte, planteando su operación en función de una menor generación de impactos ambientales, sobre todo en lo que respecta a la generación de GEI.
Las Fuerzas Armadas chilenas, así como la industria de defensa, han implementado políticas, procedimientos, iniciativas y acciones enfocadas en la preservación y cuidado del medioambiente en forma explícita y visible, en concordancia con los objetivos gubernamentales y lineamientos del Ministerio de Defensa.
La implementación de iniciativas perdurables, como la reforestación, disminución de huella del agua carbono, entre otras, y la aplicación de nuevas tecnologías (energías limpias, producción de agua potable desde fuentes diversas, etc.) e investigación y desarrollo en el ámbito de la reducción de emisio- nes del equipamiento militar, uso de combustibles, cadena de suministros, etc., debieran ser reflejadas en el planeamiento estratégico de las instituciones de la defensa, para que tomen un carácter de impres- cindibles en la función que estas cumplen.
Bibliografía
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